3/4/23

Género femenino arquetípico

 



El griego tiene muchos substantivos abstractos y da la posibilidad 
de formar nuevas palabras para expresar nuevas ideas.
Andrea Marcolongo

Un idioma será más rico a la hora de facilitar el desarrollo de ideas filosóficas, es decir, de comprender y explicar el mundo, en tanto en cuanto disponga de un mayor número de vocablos capaces, no solo de definir objetos y de narrar y dar detalle de acontecimientos concretos, sino de producir ideas generalizadoras, globalizadoras, conceptos con un más elevado nivel de abstracción, muy por encima de la acción. En español, la palabra ‘belleza’ expresa una cualidad perceptiva (por lo tanto un sentimiento) acerca de algo que nos resulta agradable de ver, fundamentalmente. En ese ‘nos’ de la frase anterior está la clave de la trascendencia que perseguimos los humanos para intentar pensar, en sentido filosófico. Para el diccionario de la RAE, trascender, en su cuarta acepción, significa “estar o ir más allá de algo”. Es decir, necesitamos trascender nuestra subjetividad, ir más allá de lo que percibimos como individuos, tratar de entender y de explicar qué sucede a nivel colectivo, y más allá de los límites del espacio y el tiempo en el que están sucediendo las cosas. Necesitamos establecer juicios globales, reflexiones que puedan comprender y explicar la realidad más allá de nuestra visión subjetiva. El propio Diccionario de la RAE, en la sexta acepción, lo explica claramente, citando a Kant. Trascender: “6. En el sistema kantiano, traspasar los límites de la experiencia posible.”

Para ello son precisos los poetas, los filósofos, los literatos. Hay que seguir “creando” conceptos. Los idiomas están vivos, y son como redes de conceptos que superponemos a la realidad, mapas que intentan describir el inconmensurable territorio del Universo, más detallados cuanto más afinadas sean nuestras percepciones y nuestra sensibilidad. Así un día se llegarán a levantar mapas de emociones, de cualidades y de atributos y de estados del alma... 

Por eso es absolutamente necesario disponer de esas herramientas generalistas, de esas palabras que tratan de darle nombre a las abstracciones, sin las cuales son imposibles las más básicas reflexiones acerca de la realidad. Si se han dicho y escrito, y si aún se deberán escribir tantas cosas sobre lo que es bello o no bello, más allá de las emociones individuales que produzcan un rostro, un paisaje o un objeto, es porque desde siempre los humanos hemos intentado trascender la experiencia particular posible. Siempre hemos ansiado establecer reflexiones que intenten definir la experiencia global o las características que posee lo bello más allá de las valoraciones personales, para ampliar el conocimiento acumulado acerca de ese concepto abstracto y sensible que denominamos ‘belleza’. Que, por cierto, ha nacido en un momento determinado de nuestra historia, y cuyo significante ha sufrido modificaciones a lo largo de los siglos hasta llegar a su forma actual.


Palabras más que definitorias

Han de ser palabras que, como hemos dicho, tengan la intención de contener no solo la enunciación o nominación consensuada de algún objeto del mundo que nos rodea —por ejemplo árbol, o mesa—, o de una acción —por ejemplo agarrar, dormir—, requisitos básicos e ineludibles para la conformación de un idioma, sino la expresión de una emoción, un sentimiento o una valoración con pretensiones de que sean asumidas por la colectividad de los hablantes, aunque, por ello mismo, por la dificultad que conlleva una tarea así, su significado profundo necesite e incluso exija ser permanentemente cuestionado. Ni la belleza, ni la justicia, ni siquiera la velocidad como concepto pueden definirse aún desde una supuesta e imposible objetividad.

Ya hace mucho que me sorprendió —viendo una película japonesa con subtítulos en español— el hecho de que, al parecer, todos los idiomas del mundo poseen un vocabulario capaz de expresar una mayoría de conceptos similares —lo que me permitía entender la trama de la película japonesa—. Se apenan o se preocupan en lo fundamental por los mismos problemas, se alegran por las mismas emociones..., independientemente de que en otros ámbitos específicos de su cultura, seguramente también importantes, que la antropología diferencial trata de estudiar, dispongan de valores y tradiciones muy diferentes. Sin embargo, por más coincidencias que existan, hay que afirmar taxativamente que en ningún idioma, o incluso en ninguno de los diferentes dialectos de un idioma, hay conceptos que puedan expresar exactamente lo mismo. En cada lengua, la etimología de cada palabra, su composición semántica, los sonidos de los fonemas que la componen, etc... expresan una inmensa variedad de matices diferentes. Y también hay idiomas que destacan un tipo de belleza u otra, o manifestaciones de la belleza que se recogen en un idioma pero no en otros (1). Por eso es tan importante que no desaparezca ninguno, porque con cada idioma que se extingue se pierden también infinidad de formas de percibir y de sentir el mundo. Pero además, y por último, ni siquiera la misma palabra del mismo idioma significa exactamente lo mismo para cada usuario de ese idioma. Las palabras no son ni podrán conformar nunca enunciados objetivos, como quería el primer Wittgenstein, intentando que solo pudiesen expresarse oraciones semánticamente biunívocas, como si fuesen ecuaciones matemáticas. 

Pues bien, en el siguiente artículo pretendo aproximarme a demostrar que esta categoría de vocablos capaces de trascender los géneros tradicionales y la acción en el espacio-tiempo, esta categoría que ansía alcanzar lo arquetípico (e ir acercándose al nivel de lo arcánico), es originariamente de un especial género femenino, género que debería tener un nombre. ¿Género femenino esencial? ¿Género femenino arquetípico? Es curioso que, por ejemplo en inglés, este tipo de términos globales, además de no poseer género, ni siquiera necesitan de artículo determinado: Beauty is subjective. La belleza es subjetiva. Literalmente: Belleza es subjetiva. Con ello se le da más importancia a la amplitud del concepto, y se hace honor a la idea de que estamos ante una clase de palabras que, como en español, rechazan por principio ser indeterminadas (¿una belleza?) por representar abstracciones, pero que además en inglés, para no perder su carácter universal, tampoco pueden llevar artículo determinado (The beauty... of Salomé sería ya UN tipo de belleza particular). Lo cual manifiesta que pertenecen a la categoría del máximo nivel de abstracción. Al Olimpo (2) de las palabras, como me gusta decir. 


______________________________

(1) Recuerdo a mi amigo Jesús Aparicio, cuando, entusiasmado, descubrió que había una expresión en griego clásico para nombrar “la belleza en cuanto a los brazos”. No puedo repetir la expresión porque la olvidé y, desgraciadamente, nunca he estudiado griego clásico.
(2) Aunque es una pura contradicción, pues las Diosas y los Titanes fueron derrotados por los Dioses del Olimpo. Sería un hipotético Olimpo de las Diosas, Olimpo femenino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

por Miguel Ángel Mendo

Reflexiones y ocurrencias sobre el idioma (español).